miércoles, 24 de abril de 2024

Del santo Evangelio según san Juan 12, 44-50

 En aquel tiempo, exclamó Jesús con fuerte voz: “El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquél que me ha enviado; el que me ve a mí, ve aquél que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, para que todo el que crea en mí no siga en tinieblas.

Si alguno oye mis palabras y no las pone en práctica, yo no lo voy a condenar; porque no he venido al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo.
El que me rechaza y no acepta mis palabras, tiene ya quien lo condene: las palabras que yo he hablado lo condenarán en el último día. Porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que mi Padre, que me envió, me ha mandado lo que tengo que decir y hablar. Y yo sé que su mandamiento es vida eterna. Así, pues, lo que hablo, lo digo como el Padre me lo ha dicho”.
Palabra del Señor.
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Meditación
1. «Yo he venido al mundo como luz»
En este Evangelio Cristo nos revela su misión, la tarea que el Padre le ha encomendado al enviarlo al mundo. Cristo ha venido para iluminar las vidas de los que se encuentran en tinieblas, para ser alivio de los que sufren, consuelo de los que lloran, salud de los que están enfermos.
Hoy más que nunca nos podemos encontrar en una situación en la que nuestras vidas han sido abatidas por las «tinieblas». Tal vez sea alguna enfermedad lo que oscurece nuestras vidas, tal vez el miedo de la incerteza del futuro, o tal vez la pérdida de un ser amado. Son muchas las cosas que pueden cubrir con tinieblas nuestras vidas y nos llenan de sentimientos de miedo, inseguridad y tristeza.
Sin embargo, Jesús, que ve en lo más íntimo de nuestras almas, ha venido para sacarnos de las tinieblas que pesan sobre nosotros. Dios es el único que puede dar sentido a nuestros sufrimientos, es Él quien nos fortalece para seguir en la lucha, y es Él quien ilumina nuestro camino. No importa que tan fuerte sean las tinieblas que nos oprimen, siempre las podremos superar con la ayuda de nuestro Señor. Lo único que tenemos que hacer es dejar que Él venga a nosotros e ilumine el camino que debemos tomar.
2. « …No he venido al mundo para condenar al mundo»
A veces podemos caer en la tentación de pensar que todo lo malo que nos sucede es un castigo divino, que las enfermedades y sufrimientos que nos agobian son un castigo por nuestros pecados. No es así…
Primero que todo, Dios es padre, y es el padre por excelencia. Así como el padre amoroso quiere lo mejor para sus hijos, así Dios quiere lo mejor para cada uno de nosotros. Él no es un Dios terrible que nos juzga por los crímenes cometidos, sino que es un padre que nos ve con ojos de misericordia.
Jesús ha venido a revelarnos el amor del Padre, Él mismo lo dice: el que me ve a mí, ve aquél que me ha enviado. Jesús no viene como verdugo a ejecutar sentencias sobre los pecadores, sino como el hermano mayor, enviado por un padre amoroso en busca del hermano menor que se había extraviado.
Amén

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