Palabra del Señor.
Meditación
Hoy, Jesús, me hablas del cielo poniéndome como ejemplo un banquete. Me haces ver que el anfitrión tenía una lista de invitados. Seguramente eran personas queridas, amigos con los que quería compartir su alegría… y los invitados no llegaron. Tenían cosas más importantes que hacer. Ninguno de ellos dijo que no iba porque odiaba al anfitrión. No. Solamente que en su lista de prioridades estaban primero sus cosas, sus intereses y gustos antes que la invitación de su amigo.
¡Tantas veces a mí me sucede lo mismo, Jesús! Tú has preparado desde toda la eternidad el banquete de la Eucaristía. Me has llamado a la vida y a la fe con el ardiente deseo que compartiera la alegría de recibirte en mi corazón… y yo, en vez de morir de agradecimiento al tener la oportunidad de hospedar en mi corazón al creador de los océanos y de las montañas, tantas veces he preferido posponerlo porque "sólo voy a misa cuando me nace" o porque "no tengo tiempo". Perdóname, Jesús, porque en muchas ocasiones he preferido las criaturas de Dios -buenas, sí, pero al fin y al cabo sólo criaturas - al Dios de las criaturas; porque he tenido tiempo para todo menos para el creador del tiempo; porque te he dicho con los labios que te quiero, pero luego te he olvidado de mi lista de prioridades. Perdóname, Jesús. Tú sabes que mi amor es muy pequeño y limitado. Dame la gracia de aprender a valorar el don de ser llamado a compartir tu mesa. No dejes que la rutina envuelva el misterio más grande: el de tu cuerpo y tu sangre dados a mí por puro amor.
Amén
No hay comentarios:
Publicar un comentario