Señor Dios del Cielo y de la tierra dígnate dirigir, santificar, guiar y gobernar en este día nuestros corazones y nuestros cuerpos, nuestros sentidos, palabras y acciones según tu Ley y por el camino de tus mandamientos, para que aquí y en la eternidad merezcamos, por tu favor, ser salvados y libres. ¡Oh, Salvador del mundo!, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Encomiéndate a la Santísima Virgen, diciendo:
¡Oh Virgen y Madre de Dios! Yo me entrego por hijo tuyo, y en honor y gloria de tu pureza, te ofrezco mi alma y cuerpo, mis potencias y sentidos y te suplico me alcances la gracia de no cometer jamás pecado alguno. Amén.
Madre aquí tienes a tu hijo. –