miércoles, 1 de junio de 2022

Del santo Evangelio según san Juan 17, 11-19

 Miércoles VII de Pascua

En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: “Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me diste; yo velaba por ellos y ninguno de ellos se perdió, excepto el que tenía que perderse, para que se cumpliera la Escritura.
Pero ahora voy a ti, y mientras estoy aún en el mundo, digo estas cosas para que mi gozo llegue a su plenitud en ellos. Yo les he entregado tu palabra y el mundo los odia, porque no son del mundo, como yo tampoco soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los libres del mal. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Santifícalos en la verdad. Tu palabra es la verdad. Así como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Yo me santifico a mí mismo por ellos, para que también ellos sean santificados en la verdad”.
*Palabra del Señor.
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Meditación
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En el momento de su pasión, Jesús respondió a Pilato “mi reino no es de este mundo” (Jn 18, 36). En el mundo vemos cada día noticias de guerras, de discusiones, de odios. Cristo, en cambio, vino a traer un Reino nuevo, un reino de paz, de unión, de concordia entre todos los hombres y mujeres. Dedicó toda su vida a predicar e instaurar este Reino, y en la hora suprema nos dio el ejemplo de la ley más alta: el amor como entrega sin reservas.
El signo característico de un cristiano es la unión y la caridad. Ya los primeros paganos decían entre ellos: “mirad cómo se aman, y cómo están dispuestos a dar la vida unos por otros”. Este espíritu de unión es tan importante porque refleja en este mundo la imagen de Dios. Cuando nos amamos de verdad, estamos siendo santificados en la verdad más alta y más divina, que es el amor de Dios.
Tal vez nos dé miedo a veces de entregarnos sin reservas, o de dejar a un lado nuestros gustos o intereses. Por eso Cristo mismo se “santificó a sí mismo por nosotros”. Él es nuestro ejemplo y, al mismo tiempo, la fuerza que necesitamos para amar más y amar mejor. Es así que colaboramos con Él en la construcción de su Reino.
Amén

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