Nuestra Señora de Guadalupe
En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno.
Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”.
Entonces dijo María: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava”.
Palabra del Señor.

Meditación
Hace algunos años, Dios permitió a Isabel escuchar el saludo de María. Hoy nos permite contemplar su belleza revestida del sol y las estrellas con la luna bajo sus pies, transformándose en luz durante el día y esperanza durante la noche. Si sabemos contemplar la belleza de la Virgen de Guadalupe, tal como Isabel escuchó su saludo, podremos quedar llenos del Espíritu Santo y,