jueves, 24 de marzo de 2022

Del santo Evangelio según san Lucas 11, 14-23

 Jueves III de Cuaresma

En aquel tiempo, Jesús expulsó a un demonio, que era mudo. Apenas salió el demonio, habló el mudo y la multitud quedó maravillada. Pero algunos decían: “Éste expulsa a los demonios con el poder de Belzebú, el príncipe de los demonios”. Otros, para ponerlo a prueba, le pedían una señal milagrosa.
Pero Jesús, que conocía sus malas intenciones, les dijo: “Todo reino dividido por luchas internas va a la ruina y se derrumba casa por casa. Si Satanás también está dividido contra sí mismo, ¿cómo mantendrá su reino? Ustedes dicen que yo arrojo a los demonios con el poder de Belzebú. Entonces, ¿con el poder de quién los arrojan los hijos de ustedes? Por eso, ellos mismos serán sus jueces. Pero si yo arrojo a los demonios por el poder de Dios, eso significa que ha llegado a ustedes el Reino de Dios.
Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros; pero si otro más fuerte lo asalta y lo vence, entonces le quita las armas en que confiaba y después dispone de sus bienes. El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama”.
*Palabra del Señor.
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Meditación
👍🌹
En el Evangelio que terminamos de leer, vemos cómo Cristo expulsa los demonios y nos dice que el Reino de los Cielos ha llegado a nosotros. Y puede sonar un poco extraño, pero esto se cumple en el momento en el que Él viene a este mundo y se hace carne por amor a todos nosotros. Es un Rey que nos promete un Reino y nos lo trae, pero nos cuesta trabajo verlo, (con ojos de fe).
Este Reino nos ha sido revelado por el don gratuito de la fe, debe ser custodiado, como dice en el Evangelio, siendo fuerte (en la fe) y teniendo armas (que son la esperanza y el amor). Porque vendrán momentos en los que flaquearemos en la fe, que es la base del Reino. Y llegará el momento en que el enemigo intentará vencernos, quitándonos estas armas para no tener con qué defendernos. Pero es ahí cuando tenemos que demostrar que nuestra fe, esperanza y amor los tenemos en Dios.
Bendiciones celestiales

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