martes, 19 de diciembre de 2023

Del santo Evangelio según san Lucas 1, 5-25


Hubo en tiempo de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una descendiente de Aarón, llamada Isabel. Ambos eran justos a los ojos de Dios, pues vivían irreprochablemente, cumpliendo los mandamientos y disposiciones del Señor. Pero no tenían hijos, porque Isabel era estéril y los dos, de avanzada edad.
Un día en que le correspondía a su grupo desempeñar ante Dios los oficios sacerdotales, le tocó a Zacarías, según la costumbre de los sacerdotes, entrar al santuario del Señor para ofrecer el incienso; mientras todo el pueblo estaba afuera, en oración, a la hora de la incensación.
Se le apareció entonces el ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías se sobresaltó y un gran temor se apoderó de él. Pero el ángel le dijo: "No temas, Zacarías, porque tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu mujer, te dará un hijo, a quien le pondrás el nombre Juan. Tú te llenarás de alegría y regocijo, y otros muchos se alegrarán también de su nacimiento, pues él será grande a los ojos del Señor: no beberá vino ni licor y estará lleno del Espíritu Santo, ya desde el seno de su madre. Convertirá a muchos israelitas al Señor; irá delante del Señor, con el espíritu y poder de Elías, para convertir los corazones de los padres hacia sus hijos, dar a los rebeldes la cordura de los justos, y prepararle así al Señor un pueblo dispuesto a recibirlo".
Pero Zacarías replicó: "¿Cómo podré estar seguro de esto? Porque yo ya soy viejo y mi mujer también es de edad avanzada". El ángel le contestó: "Yo soy Gabriel, el que asiste delante de Dios. He sido enviado para hablar contigo y darte esta buena noticia. Ahora tú quedarás mudo, y no podrás hablar hasta el día en que todo esto suceda, por no haber creído en mis palabras, que se cumplirán a su debido tiempo".
Mientras tanto, el pueblo estaba aguardando a Zacarías, y se extrañaba de que tardara tanto en el santuario. Al salir no pudo hablar y en esto conocieron que había tenido una visión en el santuario. Entonces trató de hacerse entender por señas y permaneció mudo.
Al terminar los días de su ministerio, volvió a casa. Poco después concibió Isabel, su mujer, y durante cinco meses no se dejó ver, pues decía: "Esto es obra del Señor. Por fin se dignó quitar el oprobio que pesaba sobre mí".
Palabra del Señor.
❤️
Meditación
Lo único que tenemos que hacer es confiar
Hay oraciones que nunca han salido más allá de nuestra boca; se han quedado en cuatro paredes, en nuestro pensamiento y en nuestro corazón.Son oraciones que muestran aquello que anhelamos, y aunque no las digamos, estamos seguros que Dios las conoce.
Ese tipo de oraciones, que también son deseos, podemos confiar que Dios los ha puesto en nuestro corazón pues los quiere cumplir; nosotros lo único que tenemos que hacer, es confiar.
Confiar en que si éstos vienen de Dios se cumplirán; confiar en que se realizarán, quizá no pensábamos, pero siempre de la mejor manera, pues Dios siempre da más de lo que uno puede esperar.
Confiar… Confiar…
Suena muy fácil; de hecho, es sencillo de escribir, pero no lo es tanto de vivir. Sin embargo, tenemos que recordar que Dios es un Dios que calla, que escucha y responde. Un Dios que muchas veces se nos ha acercado y nos dice: "No temas pues su petición ha sido escuchada". Un Dios que nos conoce y sabe cuáles son nuestros profundos deseos…, nuestras más profundas ilusiones y que nos concederá aquello que más necesitamos y que incluso no hemos sabido pedir.
Confiar...confiar...
Amén

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