sábado, 6 de enero de 2024

Del santo Evangelio según san Marcos 1, 7-11



En aquel tiempo, predicaba Juan: "Ya viene detrás de mí otro que es más poderoso que yo, uno a quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con Espíritu Santo". Por esos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Al salir Jesús del agua, vio que los cielos se rasgaban y que el
Espíritu en figura de paloma, descendía sobre él. Se oyó entonces una voz del cielo que decía: "Tú eres mi Hijo amado; yo tengo en ti mis complacencias".
Palabra del Señor.
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Meditación
Hay momentos en la vida en que suceden cosas inesperadas..., pero muchas veces cuando éstas suceden nos damos cuenta que las necesitábamos.
Una plática, una conversación, una mirada o, a veces, tan sólo basta escuchar una palabra dicha desde el corazón.
Nos es imposible imaginar, meditar o contemplar el amor que el Padre tenía al Hijo y el Hijo al Padre, pues si lo pensamos bien es un amor que nos supera, nos sobrepasa. Sin embargo, Jesús no quiere mostrarnos su amor como una especie de obra de arte, que si bien nos puede gustar, nos puede maravillar, sigue siendo algo externo a nosotros.
Jesús vino a dar plenitud, vino a enseñarnos el camino..., pues su misión consistía en no perder nada de aquello que se le había dado, (Jn 6-39), pero sobre todo, vino a mostrarnos que Dios es Padre, nuestro Padre..., mi Padre.
Aquí ya no se trata de mirar y admirar una obra de arte; se trata de vivirla, pues yo soy aquél de quién se dice que es hijo..., y no sólo un hijo sino que soy un hijo que es amado.
Es difícil de creer, sin embargo es así.
Hay que callar..., hay que empezar a escuchar pues puede que aquello que necesitamos sea escuchar: "Tú eres mi hijo amado en quien me complazco".
Amén

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