martes, 27 de febrero de 2024

Del santo Evangelio según san Mateo 23, 1-12


En aquel tiempo, Jesús dijo a las multitudes y a sus discípulos: "En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra. Hacen fardos muy pesados y difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover. Todo lo hacen para que los vea la gente. Ensanchan las filacterias y las franjas del manto; les agrada ocupar los primeros lugares en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; les gusta que los saluden en las plazas y que la gente los llame “maestros”.
Ustedes, en cambio, no dejen que los llamen “maestros”, porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A ningún hombre sobre la tierra lo llamen “padre”, porque el Padre de ustedes es sólo el Padre celestial. No se dejen llamar “guías”, porque el guía de ustedes es solamente Cristo. Que el mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”.
Palabra del Señor
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Meditación
Los dones no se valoran si se ignora su origen; no pueden comprenderse si no encontramos el motivo por lo cual se nos han dado. Necesitamos reconocer la fuente de nuestros dones para no pensar que son méritos propios y que, de esta forma, surja en nosotros el peligro de creer que los frutos se dan por nuestras propias fuerzas. Los dones no se merecen, sino que se donan gratuitamente. No importa si somos dignos y tampoco se niegan por nuestras debilidades e imperfecciones. Son regalos de Dios que se nos dan desinteresadamente.
Además, los dones se nos dan por una razón; tienen un fin, una meta, un objetivo concreto. Un DON tiende normalmente a salir de nosotros hacia los demás para dar verdaderos frutos. Nuestros dones pueden ahogarse si permanecen en nuestro interior. Es por esto por lo que un Don encuentra su cumplimiento en los demás, pues, para que el Don llegue a su plenitud, debe alcanzar el fin para el cual está hecho. Nuestros dones encuentran su cumplimiento en los que nos rodean.
En el Evangelio vemos tres dones que muestran claramente que su origen va más allá de nuestras propias fuerzas y, al mismo tiempo, descubrimos que estos dones exigen salir de nosotros para que den fruto en los demás. Ser padre, ser maestro, ser guía… son tres dones que tanto su origen como su fin rompen con una vida aislada, egoísta y encerrada. Uno no puede ser un verdadero padre, maestro o guía con las propias fuerzas; solo Uno es aquel que posee estos tres dones en plenitud y, por eso, solo el Señor está en grado de transmitir los dones de la forma más pura.
Ahora bien, cuando recibimos un Don se nos da una misión de cara a los demás. Por lo tanto, podemos entender que la paternidad consiste principalmente en transmitir la vida y no solo transmitir la vida a un nivel biológico, sino, sobre todo, espiritual. El maestro buscará transmitir sus conocimientos, pero el conocimiento puede mostrar desde las realidades humanas hasta la realidad celestial. El guía quiere transmitir una experiencia; él conoce el camino y sabe que es largo y complicado, pero siempre señala que hay una sola meta.
Transmitir… nunca se deja de transmitir lo que se ha recibido. Un Don significa ser un canal de la gracia en donde acogemos con gratitud y comunicamos con desinterés. No ignoremos el origen, no olvidemos la fuente. Si somos conscientes de esto podremos dar lo que tenemos, no como si lo hubiésemos alcanzado nosotros mismos, sino como aquello que se nos ha sido donado.
Amén

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