martes, 23 de mayo de 2023

Del santo Evangelio según san Juan 17, 1-11

 Martes VII de Pascua

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo también te glorifique, y por el poder que le diste sobre toda la humanidad, dé la vida eterna a cuantos le has confiado. La vida eterna consiste en que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado. Yo te he glorificado sobre la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste. Ahora Padre, glorifícame en ti con la gloria que tenía, antes de que el mundo existiera. He manifestado tu nombre a los hombres que tú tomaste del mundo y me diste. Eran tuyos y tú me los diste. Ellos han cumplido tu palabra y ahora conocen que todo lo que me has dado viene de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste; ellos las han recibido y ahora reconocen que yo salí de ti y creen que tú me has enviado. Te pido por ellos; no te pido por el mundo, sino por éstos, que tú me diste, porque son tuyos. Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío. Yo he sido glorificado en ellos. Ya no estaré más en el mundo, pues voy a ti; pero ellos se quedan en el mundo”.
Palabra del Señor.
❤️
Medita
La vida eterna es un deseo que arde en el interior de cada hombre. También dentro de mí está este gran anhelo.
En este pasaje me das una señal de lo que significa la vida eterna. Hoy me dices que la vida eterna consiste en el conocimiento tuyo. A veces puedo pensar que la vida eterna inicia después de la muerte y es algo totalmente incomprensible. Pero me dices, que no es del todo así.
La vida eterna inicia desde esta vida; más si se piensa desde esta perspectiva que me enseñas hoy. Puedo conocerte y amarte desde ya, entonces la vida eterna ha iniciado para mí. Lo que venga después de la muerte será la continuación y la plenitud de lo que he venido haciendo en esta tierra.
Conocerte y amarte es la vida eterna. Qué bello es pensar en el momento en que me encontraré contigo cara a cara. Entonces no serás para mí un desconocido, sino mi amado. Allí podré tocarte, verte, abrazarte y decirte lo mucho que te quiero, lo mucho que anhelé conocerte plenamente.
Dame la gracia, Señor, de conocerte desde esta vida. Haz que arda en mi interior el celo porque más y más hombres puedan vivir la vida eterna gracias a mi predicación de tu Reino. Inflama, Señor, mi corazón de amor por ti.
Amén

No hay comentarios:

Publicar un comentario