lunes, 5 de julio de 2021

Del santo Evangelio según san Mateo 9, 18-26 ❤️

 Lunes 5 de julio...

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se le acercó un jefe de la sinagoga, se postró ante él y le dijo: «Señor, mi hija acaba de morir; pero ven tú a imponerle las manos y volverá a vivir».

Jesús se levantó y lo siguió, acompañado de sus discípulos. Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó la orilla del manto, pues pensaba: «Con sólo tocar su manto, me curaré». Jesús, volviéndose, la miró y le dijo: «Hija, ten confianza;

tu fe te ha curado». Y en aquel mismo instante quedó curada la mujer.

Cuando llegó a la casa del jefe de la sinagoga, vio Jesús a los flautistas, y el tumulto de la gente y les dijo: «Retírense de aquí. La niña no está muerta; está dormida». Y todos se burlaron de él. En cuanto hicieron salir a la gente, entró Jesús, tomó a la niña de la mano y ésta se levantó. La noticia se difundió por toda aquella región.

Palabra del Señor.❤️


Meditación ❤️👍

Pongámonos por un momento en la situación de esta mujer del Evangelio. Una enfermedad aparentemente incurable, doce años de sufrimiento, mil remedios fallidos… O bien, imaginémonos estar pasando por la misma agonía del jefe de la sinagoga: tenía dinero y buena fama, pero un vacío inmenso en lo más importante. Su hija pequeña no había sobrevivido la enfermedad y murió en la flor de su vida, dejando una oscuridad tremenda para sus padres. Ambas son realidades que desgarran el corazón. Hunde el alma con sólo pensarlo…

Hay realidades que desalientan incluso a los más optimistas. Con todo realismo, hay poco o nada que hacer; y por eso nos impacta aún más ver personas que incluso en estas pruebas mantienen viva la esperanza, que siguen luchando, que no pierden la fe. La hemorroísa y el jefe de la sinagoga son dos ejemplos claros de esta actitud. No dieron todo por perdido, nunca se dejaron caer en el vacío de la desesperación. Sabían que tenía que haber una salvación. Y la buscaron en Jesús de Nazaret.

Cristo trajo la salud a una persona y la vida a otra gracias a un contacto.

La mujer tocó el manto de Jesús, el jefe de la sinagoga lo dejó entrar en su casa. Y es que Cristo no sólo trae la salvación: Él es la Salvación. Lo que Él toca, sana; donde Él entra, hay vida. Cristo es mucho más que un buen hombre: Él es también verdadero Dios, la fuente de todo bien, el consuelo profundo y verdadero del corazón humano.

La enfermedad, el sufrimiento y la muerte son realidades que nos tocan a todos nosotros. ¿Tenemos una confianza invencible como la de esta mujer? ¿Nuestra fe se mantiene viva como la de este hombre? En esos momentos o situaciones en que parece que no hay esperanza, recordemos las palabras del Señor: «Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá. Y todo el que vive y cree en mí, no morirá para siempre.» (Jn 11, 25-26).

Feliz lunes

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