martes, 20 de septiembre de 2022

Del santo Evangelio según san Lucas 8, 19-21

 Martes 20 de septiembre

En aquel tiempo, fueron a ver a Jesús su madre y sus parientes, pero no podían llegar hasta donde él estaba porque había mucha gente. Entonces alguien le fue a decir: “Tu madre y tus hermanos están allá afuera y quieren verte”. Pero él respondió: “Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”.
*Palabra del Señor.
Meditación
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En el texto del Evangelio de hoy, Jesús nos pone de manifiesto que hacer la voluntad de Dios significa, ante todo, escuchar la palabra de Dios y ponerla en práctica. Los que actúan así se convierten en la verdadera familia de Jesús. La escucha atenta de su palabra y el cumplimiento de la voluntad de Dios son los rasgos característicos de quien sigue los pasos del Señor.
«Aquí está la esclava del Señor, hágase en mi según su Palabra» (Lc 1, 38). Con estas palabras María da ejemplo para aquellos que queremos ser auténticos seguidores del Señor. Jesús en ningún momento quiso desmerecer a María y su familia, todo lo contrario, con sus palabras: “Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”, quiso poner de manifiesto que María era y es, aún hoy, ejemplo a seguir para todos aquellos que queremos iniciar o continuar el camino de su seguimiento serio: Ser auténticos discípulos de Cristo. La virgen María es sin lugar a dudas el primer y más auténtico seguidor de Jesucristo y se manifiesta en su sencillez de vida, aceptación de las dificultades e incomprensiones durante toda su existencia, y fidelidad mostrada por Jesucristo incluso en el instante de su muerte y Resurrección. La contemplación de lo vivido por la virgen María en estos momentos tan duros nos muestra a una mujer que permaneció firme en la fe a pesar de la dureza del momento y que no comprendía.
El ejemplo de esta actitud de aceptación de la voluntad de Dios en nuestras vidas sólo se puede darse si tenemos un encuentro real y auténtico con Jesucristo. Nuestra vida de oración, de prácticas de piedad, de entrega al hermano, de generosidad en nuestra vida cotidiana, de aceptación de las dificultades que Dios pone en nuestras vidas… deben marcar nuestro rumbo y horizonte. Somos de Cristo y para Cristo, y sólo Él es la razón de nuestra existencia. Y todo ello se traduce en una sola palabra: Amor. Todo por amor.
Ante estas reflexiones podemos preguntarnos: ¿Cómo el ejemplo de María está actuando en mi vida ordinaria? ¿Estoy siguiendo una vida ordenada según lo que Dios y el Evangelio me orientan? ¿Actúo por amor auténtico, desinteresado por la salvación de las almas que me rodean? ¿Busco que Dios reine en mi vida o más bien intento asegurar mis gustos y caprichos?
Amén

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