viernes, 9 de junio de 2023

Del santo Evangelio según san Marcos 12, 35-37

 Un día, mientras enseñaba en el templo, Jesús preguntó: “¿Cómo pueden decir los escribas que el Mesías es hijo de David? El mismo David, inspirado por el Espíritu Santo, ha declarado: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha y yo haré de tus enemigos el estrado donde pongas los pies. Si el mismo David lo llama ‘Señor’, ¿cómo puede ser hijo suyo?”. La multitud que lo rodeaba, que era mucha, lo escuchaba con agrado.

Palabra del Señor
Meditación
En este pasaje puedo contemplarte enseñando en el templo. Dice el Evangelio que te escuchaban con agrado. Dame la gracia, Señor, de saber escucharte en mi vida. Y no sólo escucharte, sino escucharte con gusto.
Escucharte cuando me hablas en la voz de mi conciencia, en el fondo de mi alma, en el silencio de la oración, en la liturgia de la misa, en el consejo de un amigo. Más sencillo aún, escucharte en la belleza de un paisaje, en el amor de mis familiares, en la sonrisa de un conocido, en el abrazo de un hijo, en la precaución de un padre, en la caricia de una madre, en el esfuerzo de un esposo, en la ternura de una esposa. Por todos estos medios hablas a mi vida, en ellos puedo escucharte y hacerlo con agrado.
En esta enseñanza que haces en el templo puedo descubrir un reclamo a los escribas que estaban tan metidos en sus propios esquemas y formas de vivir que no se dejan sorprender por ti. No podían salir de sus medidas e ir más allá, ampliar sus horizontes. Es lo que sucede con la profecía de que el Mesías sería hijo de David. Ellos habían interpretado todo literalmente y te juzgaban por no creer que fueras del linaje del rey David.
Ya les habías dado muchísimas pruebas de que eras el Mesías, y ellos seguían encerrados en la letra de una profecía, que aunque se cumplía, no querían aceptar. Y sales Tú, de nuevo, a su ayuda y les explicas mejor para que crean.
En mi vida, puede pasar lo mismo. No creo si no actúas de acuerdo a mis pensamientos, a mis necesidades, a mis planes. Me gusta un Dios a mi medida y temo dejarme sorprender por ti. Y, sin embargo, las sorpresas son las que hacen interesante mi existencia; y más si las sorpresas vienen de ti. Dame la gracia de dejarme sorprender por tu acción en mi vida, de dejarte libremente actuar en mí y no encasillarte en mis planes y esquemas.
Amén

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