miércoles, 4 de octubre de 2023

Del santo Evangelio según san Lucas 9, 57-62

 San Francisco de Asís


En aquel tiempo, mientras iban de camino Jesús y sus discípulos, alguien le dijo: "Te seguiré a dondequiera que vayas". Jesús le respondió: "Las zorras tienen madrigueras y los pájaros, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene en dónde reclinar la cabeza". A otro, Jesús le dijo: "Sígueme". Pero él le respondió: "Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre". Jesús le replicó: "Deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú ve y anuncia el Reino de Dios". Otro le dijo: "Te seguiré, Señor; pero déjame primero despedirme de mi familia". Jesús le contestó: "El que empuña el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios".
Palabra del Señor.
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Meditación
La fama de Jesús se extendía por toda la comarca de Galilea, por Judea, Samaría y hasta más allá de las fronteras de Palestina. Con una autoridad sin precedentes, y con abundancia de milagros, anunciaba la llegada de un nuevo Reino… Así como el pueblo escogido había comenzado con doce tribus en torno al arca de la alianza, ahora renacía con doce Apóstoles detrás del Hijo de Dios. Pero no fueron sólo doce los que se sumaron; cada día acudían más y más personas para seguir el camino del Mesías.
En el fondo, Jesús mismo los había llamado. Él hace arder el corazón con el calor de su presencia y la chispa de su palabra. Él ha tocado también nuestro corazón. Nos invita a seguir sus huellas y construir el Reino de los cielos. Dos mil años después de iniciar su obra, nos presenta la misión con tanta exigencia como en los primeros días. Hoy mismo, Cristo nos indica las condiciones para seguirlo, las mismas que a estos tres discípulos anónimos.
Su Reino no es de este mundo. En él rige una sola ley: el Amor. Y la medida del Amor es amar sin medida. Amar es involucrarse de lleno, no poner límites ni condiciones, dar la espalda a todo lo demás. Para el que ama a Cristo, no importa más ni el nido ni la madriguera: su único hogar es el Corazón de Jesús. Lo que había sembrado antes queda ahora en el pasado, y ahora sólo tiene un surco por delante: ahí donde el Señor ha sembrado la semilla.
Amén

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