1Tm 3,1-13/Lc 7,11-17
Después de esto se dirigió Jesús a un pueblo llamado Naín. Iba acompañado de sus discípulos y de mucha otra gente. Al acercarse al pueblo vio que llevaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda. Mucha gente del pueblo la acompañaba. Al verla, el Señor tuvo compasión de ella y le dijo: “No llores”. En seguida se acercó y tocó la camilla, y los que la llevaban se detuvieron. Jesús dijo al muerto: “Muchacho, a ti te digo, ¡levántate!”. Entonces el muerto se sentó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a la madre. Al ver esto, todos tuvieron miedo y comenzaron a alabar a Dios diciendo: “Un gran profeta ha aparecido entre nosotros”. También decían: “Dios ha venido a ayudar a su pueblo”. Y por toda Judea y sus alrededores corrió la noticia de lo que había hecho Jesús.
*Palabras del Señor ❤*
COMENTARIO
El llanto de la viuda conmueve a Jesús. Más tarde también le veremos llorar ante la muerte de su amigo Lázaro. Él es el único capaz de vencer a la muerte desde la compasión, el único con poder para levantar del lecho de muerte. El único capaz de restablecer la dignidad tantas veces caída, de llorar ante tantos sepulcros que hay en el mundo que nos toca vivir. Un mundo lleno de descartes que reduce al ser humano a una sola de sus necesidades como es el consumo, que ignora la ética de servir a los hombres en todos los aspectos de sus vidas. Nosotros, ante tantos signos de muerte, podemos caer en el peligro de “la globalización de la indiferencia”. Por ello pidamos el don de la compasión, de llorar con los que lloran. La Iglesia, como madre, también llora por el dolor y la muerte de tantos hijos e intercede por la humanidad, para que recobre la vida a la que ha sido llamada.
*Oración ❤*
Señor, resucita a nuestros muertos-vivos, solo Tú puedes tocar sus corazones y devolverles la vida...Amén
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