martes, 15 de mayo de 2018

Evangelio del día Martes 15 de Mayo, En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo,....( Juan 17,1-11a)

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a los que le confiaste. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado sobre la tierra, he coronado la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame cerca de ti, con la gloria que yo tenía cerca de ti, antes que el mundo existiese. He manifestado tu nombre a los hombres que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado. Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por éstos que tú me diste, y son tuyos. Sí, todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti.»


Palabra del Señor

Reflexión

Empezamos hoy la lectura de la “Oración por el universo”, también conocida como Oración Sacerdotal. En ella, Jesús unifica la totalidad de todos los seres vivos, del pasado, del presente y del futuro, en su diálogo con el Padre; recapitula todo lo que ha sucedido en la humanidad y expresa las voces de todos los hombres, de todos los dramas de la historia, haciendo una síntesis. Por otra parte, Jesús señala el destino de la humanidad: la vida eterna. Podríamos llamarla también de “oración de la esperanza”.

Jesús al dirigirse al Padre le dice: “ha llegado la hora”. A lo largo del cuarto evangelio encontramos varias veces la mención a “la hora”, como en las bodas de Caná: “Aún no ha llegado mi hora” (Jn 2,4), o cuando querrían arrestarlo: “nadie lo detuvo, porque no había llegado su hora” (Jn 7,30; 8,20). Como si todo lo que sucediera a Jesús a lo largo de su ministerio fuese una preparación a ese momento. Pues bien, ha llegado su hora. En la perspectiva de Juan esa es la hora esperada de toda la historia, ese momento el centro de la historia del mundo. Todo lo anterior ha preparado ese momento. Todo lo que viene después de él procede.
Jesús se pone en el centro de la historia, como el atleta en el centro del estadio de futbol. Él es el protagonista de la historia, de nuestra historia, de la historia de salvación. Su hora lanza una luz tanto en la memoria del pasado como en la esperanza del futuro. Es el combate entre Jesús y el mundo. Luchan entre sí el amor y el odio. Y en ese combate podemos contemplar el drama de cada uno de nosotros. Su hora ilumina nuestra existencia. Si Jesús ha venido para glorificar al Padre, manifestándolo a los hombres, su pasión y resurrección constituyen el punto más alto de esa glorificación. En el acto de glorificar existe siempre un aspecto de publicidad – hacer aparecer, proclamar, proponer a las aspiraciones humanas – y otro de comunicación del ser. Dios proyecta su ser, trasmite su abundancia, se entrega para que la vida sea fecunda, se presenta en el escenario de la historia revelándonos todo su amor. La gloria de Dios es la vida de los hombres.
A partir de eso, creo que la lectura del Evangelio puede llenarnos de alegría y esperanza. No importa la situación en la que nos encontramos, los dramas en los que vivimos o estamos pasando. Lo que importa es mirar al centro de la historia, también de nuestra historia personal y descubrir en ella la manifestación de Dios, su deseo de hacernos partícipes de su vida, de su divinidad. La intercesión de Jesús “te ruego por ellos” sigue resonando en nuestros oídos. El Hijo pide por nosotros. En Él podemos depositar toda nuestra confianza.
🙏Bendiciones 

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