sábado, 23 de septiembre de 2017

Mucha gente que estaba allí, más otra llegada de los pueblos, se reunió junto a Jesús..(Lucas 8,4-15)

Sábado, 23 de Septiembre 
1Tm 6,13-16
Lc 8,4-15
Evangelio:
"Mucha gente que estaba allí, más otra llegada de los pueblos, se reunió junto a Jesús, y él les contó esta parábola: “Un sembrador salió a sembrar su semilla. Y al sembrar, una parte de ella cayó en el camino, y fue pisoteada y las aves se la comieron. Otra parte cayó entre las piedras, y brotó, pero se secó por falta de humedad. Otra parte cayó entre espinos, y al nacer juntamente los espinos, la ahogaron. Pero otra parte cayó en buena tierra, y creció y dio una buena cosecha, hasta de cien granos por semilla”.
Esto dijo Jesús, y añadió con voz fuerte: “¡Los que tienen oídos, oigan!”. Los discípulos preguntaron a Jesús qué significaba aquella parábola. Él les dijo: “A vosotros, Dios os da a conocer los secretos de su reino; pero a los otros les hablo por medio de parábolas, para que por mucho que miren no vean y por mucho que oigan no entiendan. Esto significa la parábola: La semilla representa el mensaje de Dios. La parte que cayó por el camino representa a los que oyen el mensaje, pero viene el diablo y se lo quita del corazón para que no crean y se salven. La semilla que cayó entre las piedras representa a los que oyen el mensaje y lo reciben con gusto, pero luego, a la hora de la prueba, fallan. La semilla que cayó entre espinos representa a los que oyen, pero poco a poco se dejan ahogar por las preocupaciones, las riquezas y los placeres, de modo que no llegan a dar fruto. Pero la semilla que cayó en buena tierra representa a las personas que con corazón bueno y dispuesto oyen el mensaje y lo guardan, y permaneciendo firmes dan una buena cosecha”."
Palabras del Señor❤
Reflexión🙏🏼
"Piedras y espinos, preocupaciones y pasiones: dificultades de todo género para que la semilla de la Palabra no germine en nuestros corazones. Las tentaciones a las que Jesús tuvo que hacer frente son, en esencia, las que debemos atravesar nosotros mismos en nuestro propio camino personal. Ceder a ellas es alejarse de los demás y perder en humanidad; superarlas, por contrapartida, supone sentirse uno con los otros y, en fin, crecer en dignidad. De un modo u otro, siempre estamos tentados de apegarnos demasiado a los bienes de este mundo, a olvidar nuestra condición de peregrinos. Sea por la vía del exceso corporal y del consecuente olvido del alma (el placer), sea por poner nuestra seguridad en los bienes materiales (el tener) o sea por la búsqueda del prestigio o reconocimiento ajeno, autoafirmándonos sobre los demás (el poder), todos podemos perder el norte y arruinar la semilla que Dios ha sembrado en el alma.

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