Supo Jesús en la mesa a través del Espíritu, que sería traicionado por uno de sus discípulos (Judas), hecho tal que lo turbó. Ciertamente es la peor cosa que pudo haber ocurrido, el de traicionar al maestro, al amigo, quien lo eligió para ser parte de la gran misión que trajo de Dios Padre, para luchar por una causa justa y noble, cual es la salvación de la humanidad, y todo por un puñado de monedas. Y así como Jesús supo lo de Judas, también sabía, que otro de sus discipulos más cercanos, (Pedro) le negará tres veces, pero, a diferencia de uno con el otro, los casos fueron distintos, Judas lo traicionó por dinero y Pedro le negó por temor. Judas se arrepintió, pero se suicidó colgándose en un árbol, Pedro también se arrepintió, pero fue perdonado y no solo eso, sino que fue puesto como cabeza de su Iglesia.
La historia de Jesús se vistió de Gloria con su resurrección gloriosa, pero antes, tuvo que sufrir mucho y soportar todas estas situaciones antes de morir. Jesús nuestro Señor, nos dejó como herencia su fidelidad a Dios Padre, su amor indescifrable por la humanidad y sobre todo, la Fe que nos abre a la esperanza de llegar junto a Dios Padre en la eternidad. Nuestro Dios no está muerto, víve y reina para siempre, por los siglos de los siglos.
Feliz y bendecido día.
Del Evangelio. Juan 13, 21-33.36-38.
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